Sáhara

Amanece el día en Asilah.

Me levanto perezosamente y pienso en el viaje futuro, que ha dejado de ser futuro para ser presente. Ha llegado el momento; el viaje tan largamente esperado y planeado ha empezado.

Estoy en Asilah desde la noche anterior. Es el punto de reunión con Alberto y Alex, que deberían llegar pronto, a mediodía, según mis cálculos todavía europeos. Pero el mediodía pasa, y Alberto y Alex no aparecen.

Es curioso como cambia la percepción del tiempo, pero en África y con un viaje de más de 10000 km por delante, unas horas de espera no son importantes. Adopto, sencillamente, la actitud de los lugareños: sentarse, pedirse un té a la menta y esperar… esperar… esperar…

Finalmente, después de algún que otro litro de té a la menta y 5 horas más tarde, dos Africas petardean por el final de la calle.


Después de sinceros abrazos de bienvenida y de una comida (que no recomiendo a nadie) en Casa García, partimos hacía el sur.

(Casa García!! Solo a mi se me ocurre comer en un restaurante español el primer día en Marruecos…)

Los primeros días son una sucesión interminable de kilómetros. Estamos frescos y descansados, y nuestra intención inicial es llegar y atravesar lo antes posible Mauritania, para poder disfrutar más tranquilamente la parte final del recorrido. Con esa intención nos despertamos temprano cada día, desayunamos rápidamente y conducimos hasta la puesta de sol… y un poco más.

Por las motos no nos hemos de preocupar. El servicio de vigilancia de algunos hoteles es simplemente espectacular, con porra, prismáticos de campaña de bazar chino y sable de hoja oxidada.


En dos días llegamos a Tan-tan, donde el Sahara ya no nos abandonará hasta la entrada en Mali. Los paisajes son espectaculares: con una sucesión de llanuras de arena dura, dunas doradas y extrañas formaciones rocosas, el desierto se muestra en todo su esplendor. Conducir la moto durante kilómetros y kilómetros de inhóspitos paisajes ya es suficiente razón para realizar este viaje.


En el viaje de regreso, semanas más tarde, el desierto nos enseñará los dientes: “os aviso, puedo ser terrible”.

Dos días de fuertes vientos harán que la conducción sea incomoda, con la moto de lado, arena en la cara, arena en los ojos. Las dunas invadirán la carretera, obligándonos a esquivarlas cuando se puede, o a transitar sobre ellas cuando ya no ha quedado ni un trozo de asfalto libre.

“Os aviso, puedo ser terrible. Mis vientos pueden ser infinitamente más fuertes, mi arena os puede golpear mucho más duramente; os permito que me conozcáis, pero no penséis que me domináis ni que me controláis. Como el mar, como la montaña, como la naturaleza”.



Pero bueno, eso será a la subida y, mientras tanto, nosotros seguimos rumbo al sur. Los días de bajada son apacibles, hemos dejado atrás la lluvia de Marruecos, y al final de la cuarta jornada, y después de más de 2000 km, nos hallamos ante la frontera con Mauritania.


Después de los engorrosos trámites burocráticos para salir de Marruecos nos queda cruzar los pocos kilómetros que nos separan de la frontera de entrada a Mauritania.

Solo hay un pero: son pocos kilómetros, pero están repletos de minas anti-persona!! Aunque según nos han informado, el poco peso de las motos no las hace explotar. Un pobre consuelo.

Al final, cruzamos siguiendo los coches que (aparentemente) conocen el camino y en pocos minutos alcanzamos la frontera mauritana, superamos sus trámites y damos con nuestros huesos en Nouadhibou, donde hacemos noche.

El policía aduanero pretendía sacarse un sobresueldo con nosotros:
Dadme 3000 Ouguiyas (8 €) cada uno.
¿Por qué?
Por el sello.
Pues no te los damos.
Pues me quedo vuestros pasaportes.
Pues vamos a llamar al Cónsul.
Vale, vale... (sello)

A la vuelta, en la entrada a Mauritania desde Mali, en la frontera de Nioro du Sahel, sería aún más divertido:
Dadme 3000 Ouguiyas (8 €) cada uno.
Pues no.
Pues me quedo vuestros pasaportes.
Pues nos vamos a dormir afuera. Cuando te canses, avisa.
(cara de poker) Vale, vale... (sello)

La experiencia, es lo que tiene.




La costa mauritana. Gare du Nord o la gasolinera sin gasolina.

Cuando llegamos a Mauritania llegamos con miedo. En España se han sucedido los avisos de prevención contra espías y chivatos de los terroristas islámicos de Al-Qaeda.


No entréis en Nouadhibou es un nido de informadores de Al-Qaeda. Y la única gasolinera entre Nouadhibou y Nouakchott también es lugar de chivatos. No quiero alarmaros, las cosas están ahora tranquilas en la carretera N II, pero no está de más tener algo de precaución y sobre todo en esa zona no comentar a nadie vuestros horarios, itinerarios...etc.


Se repiten los avisos del mismo tipo, recomendándonos atravesar el país lo más rápido posible y avisando a las autoridades mauritanas de nuestro recorrido. No es extraño, pues, que entráramos en Mauritania con nerviosismo y algo de miedo, y la intención de salir rápidamente. Aún así, tenemos que entrar en Nouadhibou.


Hay pocas razones para entrar en Nouadhibou; tal vez pasar la noche si has cruzado tarde la frontera, o visitar el cementerio de barcos. Pero hay una razón que hace su visita imprescindible si viajas en moto sin depósito adicional: repostar, para afrontar los más de 200 km hasta la única gasolinera en la carretera a Nouakchott.




Así lo hicimos nosotros, y después de pasar la noche en el albergue, llenamos los depósitos y aprovechamos para enviar un rápido correo a nuestra gente en España.


Pues nada, que ya estamos en Mauritania
Por aqui esta todo trankilo, y nada que ver con lo que te venden en espanya.
 
hasta ahora han sido 3600 km con pocas paradas.
y hoy empezaremos a disfrutar un poco mas el dia a dia.
 
haremos una visita al cementerio de barcos aqui, en Nouadhibou y despues al banc d,arguin.
a meter las africas en arena, que nos lo piden a gritos.
 
los paisajes de ayer impresionantes por la enormidad y la monotonia.
desierto dunas playa y km y km de carretera
 
poca cosa mas, que escribir con este teclqdo es un trunyo
en cuanto pueda, os vuelvo a poner al corriente
 
un abrazo a todos


Y dicho y hecho: visitamos el cementerio del puerto de Nouadhibou, lleno de esqueletos de barcos debido a que el armador no tiene que pagar ni impuestos ni multas por su abandono. Y partimos rumbo a Nouakchott, capital de Mauritania.





Seguimos atravesando el Sáhara. Los kilómetros pasan rápidamente, y el calor ha aumentado muchísimo respecto al día anterior, como si el clima entendiera que, de alguna manera, habíamos cruzado la frontera.

Por un dolor que arrastra Alex en la rodilla, hemos evitado entrar en el Parque Natural del Banc d’Arguin a correr por las pistas de arena, pero conducimos relajados y haciendo pequeñas incursiones por las llanuras que bordean la carretera.

Un motorista argentino trastocado (normal, después de 6 meses solo en África) nos informó el día anterior que había gasolina en la Gare du Nord, la gasolinera a mitad de camino entre Nouadhibou y Nouakchott, así que no hay nada por lo que preocuparse.


Cuando llegamos a la gasolinera nos plantamos delante del surtidor de gasolina, miramos al dependiente y oímos la respuesta que menos nos esperábamos:
– Pas d’essence.

Nuestros ojos como platos. ¿Pero cómo que no hay gasolina? Si el argentino de la frontera nos dijo que él había puesto…
 Pas d’essence.
 ¿Y cuándo viene el camión?
 Mañana… o la semana que viene.

Nuestros ojos como platos y nuestras bocas abiertas como hormigoneras.
– Pero… ¿cómo que mañana o la semana que viene? ¿Es que no lo sabes?
– No. El camión va haciendo la ruta y nunca se sabe el día que pasará por aquí.

Perfecto. Nuestro primer día en Mauritania y nos quedamos sin gasolina justamente en el sitio que todo el mundo nos recomendaba evitar. Tenemos para unos 100 km de autonomía en nuestros depósitos, estamos a 240 km de la ciudad más cercana y el camión cisterna puede tardar un día o una semana en venir.


¿No queríais venir a África? Correr aventuras, sentir la adrenalina… pues ya habéis llegado, majetes.

Enjoy it.





La costa mauritana. A grandes males, grandes remedios.

Después de todas las recomendaciones, después de todos los consejos, después de todos los miedos, nos quedamos parados y sin posibilidad de seguir en uno de los peores lugares, la zona que todo el mundo nos había recomendado cruzar rápidamente: la gasolinera entre Nouadhibou y Nouakchott, la Gare du Nord, la gasolinera del “puto sirio que da patadas”.


Pero esto es África, y no existen imposibles, así que nos sentamos ante tres platos de pollo con ensalada (no conseguimos un plato de ensalada sola para Alberto; por lo visto, pollo y ensalada eran inseparables) y valoramos nuestras opciones.
  1. Esperar el camión cisterna.
  2. Juntar la gasolina que nos queda en las tres motos en una de ellas e ir uno de nosotros a Nouakchott a por un bidón.
  3. Montar las motos en un camión que nos lleve a la capital.
  4. Pedirle a un taxista que haga la ruta Nouakchott-Nouadhibou que en su viaje de regreso nos traiga un bidón de gasolina.

Todas las opciones parecen factibles, excepto la primera. Y que uno de nosotros vaya y vuelva a Nouakchott tampoco nos acaba de convencer, ya que eso significaría que tendría que hacer más de 600 km del tirón; en cualquier caso, Alberto se ofrece a hacerlo.


Por suerte, aparece un taxista que acepta traernos lleno un bidón de gasolina de 27 litros (que nos han regalado unos franceses testigos de nuestro problema) por 3000 Ouguiyas por adelantado y 2000 más a su regreso. Unos 13 €, combustible aparte.

Y como nuestro problema parece que ya tiene solución, y el taxista tardará más de 5 horas en ir a Nouakchott y volver, hacemos lo que cualquier irresponsable como nosotros haría en ese momento: irnos con las Áfricas a jugar a la arena.

Bajamos presiones en los neumáticos, quitamos equipaje, y en las dunas falta gente!!


Yo tengo menos experiencia en arena, así que me tomo las cosas con un poco de calma, lo que no evita que dé más de una vez con mis huesos en el suelo; que haga masa, como se dice en el argot motero. Alberto controla más, y va dando vueltas como una mosca alrededor de un dulce (por evitar otras típicas imágenes de moscas revoloteando cuerpos duros, ya que el cuerpo duro, en este caso, vendría a ser yo).


Al final, lo que hace la confianza, se da el tortazo. Se pasa de velocidad, frena justo antes de la parte blanda de una duna, se le clava la rueda delantera y sale despedido por encima de la moto. Se dobla el cuello, se rompe la pantalla de la moto, se le dobla la dirección y salen ambos de la arena, flecha e indio, hechos un cristo.



De coña; ahora estamos en el peor sitio de Mauritania, sin gasolina y con una moto para reparar. Por suerte, el cuello de Alberto está dolorido pero parece que la lesión no es grave.

Hacemos una reparación de emergencia ajustando las barras de suspensión para conseguir que manillar y rueda vayan, más o menos, en la misma dirección.


Y mientras tanto yo estoy cada vez más nervioso. No paro de pensar en que es un lugar muy poco recomendable para destacar de esa manera. Tres blanquitos, dos motos, una tercera en reparación y autocares que vienen y van, multitud de pasajeros con turbantes y chilabas, con la vestimenta típica mauritana y donde cualquiera podría estar observándonos desde el anonimato.

Por suerte, una vez ha oscurecido, nuestra salvación aparece por la carretera: un camión con plataforma elevadora y que circula en dirección Nouakchott, seguido una furgoneta. Ni en el mejor de nuestros sueños!!

Hablamos con el que se presenta como el responsable del convoy y le proponemos que cargue nuestras motos y nos lleve, a ellas y a nosotros, hasta la capital. El militar mauritano que viaja en el convoy ‘por seguridad’ ayuda en el regateo. Al final, conseguimos reducir el precio inicial de 120 € a 60, lo que significa que nos costará lo mismo llevar las motos en el camión que lo que nos habríamos gastado en gasolina.


Y además, sin conducir, lo que después de tantos kilómetros creemos una bendición… Ilusos. Qué poco tardaremos en estar deseando coger nuestras motos y saltar de los incómodos asientos de la furgoneta y del camión.

Desoyendo las protestas y magnífico cabreo de Alex, que prefiere esperar al taxista que nos trae la gasolina, cargamos las motos en el camión. A la vuelta nos informarán que el taxista volvió a las 2 de la madrugada, justo la hora a la que nosotros llegaríamos a Nouakchott.

Nosotros tres nos repartimos entre furgoneta y camión. En la furgoneta me encajo entre el conductor, el militar  y un abuelo sentado en el suelo, en la caja de cambios; Alex y Alberto no van mucho más cómodos, apretados en la cabina del camión.


Nos ponemos en marcha y de nuevo la paciencia africana nos da en los morros: la furgoneta no pasa de 50 km/h; y son 240 km hasta nuestro destino. Al principio, me consuelo pensando que está esperando a que el camión nos dé alcance; al cabo de 50 larguísimos kilómetros asumo que esa será nuestra velocidad de crucero. Por suerte, el último tramo subirá la velocidad a unos frenéticos 80 km/h, lo que hará que en poco más de 4 insufribles, larguísimas e incomodas horas, lleguemos a Nouakchott.

Al menos, tenemos hilo musical, gracias al militar mauritano que va repitiendo hipnóticamente:
– Insh’Allah… Allah… Allah… Insh’Allah… Allah… Allah… Insh’Allah…

Y con refrigerio incluido, ya que a medio camino paramos para una rápida cena de patatas hervidas y carne dura, en la que los mauritanos nos integran rápidamente.


Sorprendente como, una vez pactado el precio, acaban acogiéndote como uno más de ellos, riendo contigo, compartiendo su cena y hablando por ti en los controles policiales.

Con el cuerpo destrozado, pero felices, llegamos a Nouakchott. Mañana nos espera un día de papeleo por la consecución del visado de entrada a Mali.

Ha sido uno de los viajes más incómodos que he hecho en mi vida pero, lo que son las cosas, uno de los más auténticos.





Nouakchott

A estas alturas de la película, tenemos claro que estamos haciendo caso omiso de todos los consejos:
  1. Pasad desapercibidos: damos la nota de mala manera.
  2. No paréis mucho tiempo en ningún sitio: que va; un día en la gasolinera, otro día en Nouakchott…
  3. No os apartéis de las rutas principales: ey, éste sí que lo estamos siguiendo!! Seguro que por poco tiempo…
  4. Avisad a las autoridades: eso sí; seguro que las autoridades y el resto del mundo conocen perfectamente nuestra situación. Ya nos encargamos nosotros de ello.
Para una recomendación que podríamos seguir, la de la Organización Mundial de la Salud, nos la saltamos también a la torera. “O cocido, o pelado u olvidado”, dice la OMS, y nosotros… nos inflamos a ensaladas y bombas de mantequilla!!!


En nuestra defensa diré que no lo hacemos a propósito; sencillamente, ocurre.


En Nouakchott nos acercamos a la Embajada de Mali a solicitar el visado. Y aprovechamos las horas de espera llevando la moto de Alberto al barrio de los talleres y los soldadores, a ver si podemos hacer algún apaño en los faros que iluminan lo que quieren, y no lo que deben.


El soldador no sólo acepta a reparar una barra de la araña que se ha doblado, sino que se ofrece a construir una cúpula de hierro para sustituir a la desaparecida pantalla transparente.



Nos miramos con cara de circunstancias y declinamos el ofrecimiento. Más tarde nos arrepentiremos: hubiera sido curioso ver la pantalla que hubiera construido.

Mientras estamos inmersos en la reparación de la África se desata el diluvio. En pocos minutos se oscurece el cielo y la lluvia empieza a caer a mansalva. El agua empieza a entrar por la puerta del taller, subiendo el nivel y amenazando con cortocircuitar cables,  transformadores y ocupantes.


Desde luego, si no hay más accidentes es porque… Alá no quiere. Tendré que replantearme mis inexistentes creencias religiosas. Este tipo sí que parece cuidar de sus acólitos…



Recogemos los trastos, montamos la moto, reparada más mal que bien, y nos vamos cagando tintas al albergue, cruzando unas calles totalmente inundadas. Nuestro próximo paso será ir a recoger el visado a la Embajada de Mali, pero andando, que nuestras posaderas no soportan más el duro asiento de la África Twin.



Pero… espera un momento!! ¿Que todavía no hemos dado suficientemente la nota? No hay problema, lo solucionamos rápidamente. Creemos que la Embajada debe estar a punto de cerrar, así que no nos queda más remedio que recorrer los 3 o 4 kilómetros que nos separan de ella al trote cochinero.

Os aseguro que tres europeos, corriendo bajo la lluvia, no pasan precisamente desapercibidos en la capital mauritana.



En la embajada de Mali nos dan los pasaportes ya con los visados y regresamos al albergue, a dormir, descansar y prepararnos para continuar nuestra ruta. Aprovechamos las pocas horas libres que nos quedan y, a la mañana siguiente, antes de partir, enviamos de nuevo un correo a España.


joer pues como ha cambiado la cosaaaaaa
 
para empezar; llegamos a la unica gasolinera que hay en los 500 km que separan nouakchot de nouadhibou bajos de gasolina:
teniamos que echar o no llegabamos a nouakchott... pero...
en la gasolinera no tenian gasolinaaaaaa
y el encargado nos dice que q lo mejor el camion venia manyana... o la semana siguiente... ohhhhhhhh
 
estuvimos jugando en las dunas con las motos hasta que hartos de esperar, acabamos cargando las 3 motos en un camion y recorriendo los 240 km a nouakchott a 50 km/h... 5 horas para 240 km. pa flipar
las motos en un camion, con 5 mauritanos y un oficial del ejercito... menuda imagen
 
(manel, puedes publicar lugares sin problemas. con lo que hemos dado el cante por aqui(
 
hoy esta lloviendo y salimos para mali. a entrar ioro du sahel, que seran las carreteras en mejor estado.
 
volvere a conectarme en cuanto pueda; pero de ,o,ento; todo esta de conya: c,est l,afrique.
 
un abrazo a todos

(carinyo, tinc ganes de veure,t(


Bajo una fina llovizna que no deja de caer, abandonamos la caótica ciudad para iniciar el recorrido de la Ruta de la Esperanza.

Que ganas tenemos de abandonar el desierto, a ver si (que paradoja) deja de llover.



La Ruta de la Esperanza.

Rute de l'Espoir, Ruta de la Esperanza. Mala denominación para los más de 700 km que parten de la capital mauritana y se adentran hacia el interior del país.


Pocas veces he visto una carretera con un nombre más desafortunado. La esperanza no es, desde luego, para los cientos y cientos de animales muertos que la flanquean. En el trayecto no veremos 10 o 20 cadáveres de asnos, cabras y vacas, sino 500, tal vez 1000.

Y el olor, a menudo, acompaña.

Sin embargo, sus paisajes son preciosos. Las dunas tienen un color rojizo aumentado por la fina llovizna que lleva cayendo toda la mañana.



Previendo posibles problemas con la gasolina, intentamos llenar el depósito en todos los surtidores que vemos y que tienen gasolina. Realmente, no es que haya problemas de combustible en Mauritania. El problema es que el 99% de vehículos del país funcionan con gasoil, que no falta en ningún sitio. Y nuestras motos serán el no va más, pero el gasoil sólo es útil para limpiarlas.





En cualquier caso, vamos haciendo kilómetros que, de nuevo, avanzan con facilidad. Relajadamente, incluso nos permitimos algunas incursiones en la arena.


A punto de ponerse ya el sol, nos paramos en el arcén a decidir nuestros próximos movimientos. Está oscureciendo, el viento ha arreciado y en el horizonte se está formando una tormenta de arena. Además, si de día los animales que cruzan continuamente la carretera nos ponen en serios aprietos, de noche el peligro es enorme, por lo que optamos por preguntar en un poblado cercano a ver si nos permiten acampar en algún sitio.


En África (y en cualquier sitio, aunque aquí casi lo hayamos olvidado) es una norma no escrita de respeto y educación pedir permiso al jefe del poblado, o al cabeza de familia, para acampar en las cercanías de una zona habitada. Normalmente, es incluso útil, pues serán ellos mismos los que ofrezcan el mejor sitio.

Preguntamos en una jaima cercana y el abuelo nos ofrece alojamiento en un cobertizo, al que nos dirigimos rodeados de 5 risueñas niñas y mujeres. Niñas y mujeres que desaparecerán siguiendo las órdenes del hombre… cosas que tiene el Islam…

Y aquí nos saltamos el último consejo que nos quedaba por saltarnos: no os salgáis de las rutas principales.

Pero el sentido común prevalece, y ni conducir de noche ni enfrentarse a una tormenta de arena parecen decisiones muy inteligentes. Así que dejamos las motos y nos internamos en el poblado, dispuestos a pasar la noche.


Nos acomodamos en el recinto y nos cambiamos de ropa. Cómodos y seguros, nos sentamos en la arena y nos dejamos llevar por la noche, por el desierto, por las estrellas, por la luna llena; nos soltamos a explicar confidencias e intimidades.


Y justo en esos momentos de tranquilidad, tres figuras se recortan en el cielo, enmarcadas por la luz de la luna llena. Tres figuras altas, delgadas, que se dirigen con paso firme hacia nosotros a través de las dunas. En las manos de dos de ellas se recortan, también, las figuras de sendos fusiles.

Mauritania, interior del país, fuera de la ruta principal… Por un momento, tres respiraciones se detienen en la noche del desierto y un pensamiento común aflora: “que sean militares, que sean militares, que sean militares…”.

"...que sean militares..."




Ruta de la Esperanza: un sutil secuestro.

Solos, en un poblado del desierto y con dos fusiles acercándose, no las tenemos todas con nosotros. Pero no hay que alarmarse: al llegar a nosotros se presentan como policías. Aspiro una buena bocanada de aire: durante el último minuto se me había olvidado respirar.

Sucede que el abuelo de la jaima ha llamado a la gendarmería y han enviado una pareja de policías para tomarnos filiación y montar guardia. Y mientras nosotros dormimos en nuestro cómodo refugio, ellos se montan la paradita ante nuestras motos y nos las vigilan toda la noche.

Muy legales, tan solo al despertar se atreven a pedirnos, con la boca pequeña, un regalo por montar guardia. Les regalamos un agradecimiento y un apretón de manos y partimos rumbo a la frontera con Mali, donde esperamos llegar ese mismo día.




Pero… Ah, amigo! Esto es África. Y aquí una cosa es lo que esperas y otra es lo que África te da. ¿Aún no lo habéis aprendido?

De nuevo, a 80 km de Kiffa, la ciudad más cercana, volvemos a quedarnos sin gasolina.


Esta vez es culpa nuestra. Despreocupados e irresponsables, seguimos viajando sin bidón de reserva, y así nos luce el pelo.


Pero la experiencia es un grado, y solucionamos la papeleta rápidamente. Remolco con mi África a la de Alberto, que es la primera que se ha quedado sin gasolina, hasta el pueblo más cercano. Y desde allí, un coche nos acerca a Kiffa a llenar un bidón de 20 litros, con el que rellenamos los depósitos para acercarnos con las motos a esta población.




Entre ir y volver a buscar la gasolina, y pitos y flautas, se nos ha hecho tarde y no nos va a dar tiempo de llegar a ningún lugar medianamente adecuado para pasar la noche, ni a la frontera. Así que nos quedamos en un albergue de Kiffa y mandamos el consabido informe a España, que no se nos preocupen.


pues nada, que ya estamos en Kiffa, pero... no hay manera de salir de Mauritania...
 
ayer se nos hizo de noche muy pronto y acabamos durmiendo en una caseta que nos dejaron unos lugarenyos, con las motos vigiladas por una patrulla armada de la policia que vino expresamente a montar guardia... 
cuando preguntamos por la seguridad, nos dicen que pas problem, pero nos van escoltando ohhhhhh
 
el cruce de mauritania, que teniamos que haber hecho en dos dias parece aue se alarga un poco. sera un sutilsecuestro
 
ahora iremos a ayoun el atrous para intentar cruzar hoy mismo a Mali, por la frontera de Nioro du Sahel.
 
seguiremos informando pero de momento, seguimos, cansados, pero disfrutando.
 
un abrazo


A estas alturas, ya vamos viendo la realidad de la situación: nos han secuestrado, sutilmente. Nos dejan sin gasolina, nos dan alojamiento en poblados del desierto… todo con la finalidad de no dejarnos salir del país. Seguro que en breve, hasta piden un rescate por nosotros.


Pero nosotros, duchos en el arte del escaqueo y el disfraz, partimos por la mañana, después de dormir en Kiffa, hacia la frontera con Mali, seguros esta vez de que conseguiremos burlar nuevos intentos de secuestro.






Y así es cuando, ya de noche, después de conducir durante todo el día por una infecta carretera en obras, sin comer y a tan solo 8 km de la frontera con Mali, un puesto de la policía intenta realizar un nuevo intento desesperado para evitar que salgamos del país.
-      Por vuestra seguridad, os tenéis que quedar a dormir aquí. Pour votre sécurité.

¿Qué? ¿Que nos hemos de quedar a dormir con 4 militares, bajo un toldo, a 8 km de la frontera, sin comida y sin agua? Que te lo has creído tú!!

Pero el muy cabrón se ha quedado los pasaportes, y no nos los devuelve, insistiendo en que de ahí, no salimos.

Este tío no sabe con quién se está jugando los cuartos…